Todos tenemos la sensación de estar siempre esforzándonos casi a diario, pero cuando conoces gente que de verdad lucha...
Llamémosla Isabel (por ejemplo). Supongamos que un grupo de amigos quiere retomar esas salidas montañeras que tantas veces han hecho y que por la enfermedad de “Isabel” han tenido que dejar de disfrutar con ella.
Pongamos el nombre de un monte emblemático para Isabel. San Tirso podría ser…
Pero dejémonos de suposiciones y seamos realistas.
Isabel apenas puede mantenerse en pie. Su estado físico se ha deteriorado en los últimos años y la idea de subir a este precioso monte de Álava es una locura.
De alguna forma conocieron la asociación Montes Solidarios y la idea de volver al San Tirso con Isa, se fue haciendo cada vez más palpable.
Y así fue. El 20 de mayo del 2018 un grupo de amigos montañeros se propusieron disfrutar de nuevo de una salida de montaña en equipo, como lo hacían todos los sábado y domingos y con Isabel claro.
La protagonista estaba nerviosa pero con una gran ilusión por volver a pisar esa montaña que tantas veces antes había subido. Los guías y voluntarios de Montes Solidarios emocionados y también nerviosos por el acontecimiento. Y el grupo de amigos y acompañantes de nuestra usuaria alegres y dispuestos a ayudar en lo que fuera.
Las cuestiones técnicas fueron las de cualquier salida de Montes Solidarios, pero la carga emocional a la que nos sometíamos era en algunos momentos muy intensa.
La dureza de las rampas de subida nos dejaba claro que no sería fácil, pero la compenetración del equipo y los ánimos de los acompañantes nos ayudaban a seguir.
La sonrisa de Isabel y su hilillo de voz nos dejaba ver que estaba disfrutando, y con eso las duras pendientes se convertían en llano.
En lo climatológico, el día perfecto, la llegada a la campa del bonete de San Tirso impresionante dejando Álava a nuestras espaldas, y abriendo la vista a la Rioja.
La alegría de Isabel nos llegó a todos los asistentes. Emoción, abrazos, charlas, almuerzo y todo lo habitual en una salida entre amigos al monte.
Isabel y sus amigos habían vuelto a revivir esos paseos por la montaña que tanta vida les ha dado.
Seguramente por la cabeza de nuestra protagonista pasaron muchas cosas, muchas imágenes, muchos sentimientos que en algunos momentos de la bajada nos dejó ver.
No puedo dejar de pensar en ese momento que ella nos hizo parar para mostrarnos y explicarnos con su fina voz saliendo desde lo más profundo de su corazón y haciendo un gran esfuerzo por hacerse entender, la imagen de una cruz de hierro que con el paso del tiempo había sido engullida por el árbol donde había sido colgada.
Estoy seguro que Isa estaba deseando que llegara ese momento para verlo, recordar, hablarlo, y emocionarse como se emocionó.
Fue un momento muy bonito, duro y que nos dejó a todos los que estábamos cerca sin palabras.
Las lágrimas de Isa no sabemos si eran de alegría por volver a ver algo tan curios, de tristeza por la dureza del momento que está viviendo, o de agradecimiento por tantas emociones.
Yo sí que sé que el resto de personas que allí estábamos, por un instante nos pusimos en su piel, nos emocionamos y vimos que la lucha tiene que continuar día a día, minuto a minuto.
Isabel nos dejó a lo largo del recorrido varios momentos de emoción donde mezclaba carcajadas con llanto. Donde se apreciaba su alegría y tristeza al mismo tiempo.
A pesar de no conocerla bien, viendo su frágil y delgado cuerpo, todos nos llevamos la sensación de la tremenda fortaleza de esta montañera. De la capacidad de lucha y sacrificio que está demostrando, y del fantástico espíritu de superación digno de una persona hecha de otra pasta. Seguramente pasta moldeada y forjada por su unión con la montaña y alimentada por un envidiable grupo de amigos que han hecho realidad un sueño para ella inalcanzable.
Isabel debe de estar orgullosa por lo que tiene a su alrededor. Nosotros estamos tremendamente agradecidos por esa mañana de domingo que seguramente no se nos olvidara con facilidad.
De hecho, ya no recordamos el esfuerzo que tuvimos que realizar, ni las gotas de sudor que en algunos momentos caían. No tuvimos cansancio ni sensación de tenerlo. Pero sí que recordaremos siempre, una sonrisa, unas lágrimas, una mezcla de ambas cosas, ese hilillo de voz, esa amistad entre montañeros, y esa mirada de agradecimiento con unos ojos donde se podía apreciar cansancio, pero muchas ganas de seguir luchando.
Isabel, nos diste una lección de vida. Nunca dejes de luchar, de soñar y de emocionarte cuando sea necesario. Cuenta con Montes Solidarios para lo que sea. Nuestra pasión es la montaña y nuestro objetivo...CUMPLIR SUEÑOS
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ResponderEliminarIsa es todo eso que decís y mucho más. Muchas gracias Montes Solidarios.
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