Querer completar un reto, intentar hacer accesible una parte importante de la montaña a nivel mundial, vivir experiencias únicas, compartir con un grupo de amigos sueños e ilusiones… Estas y otras muchas cosas se pasan por nuestras cabezas cuando planteamos retos y trabajamos para conseguirlos.
El Tour del Mont Blanc no es un tour cualquiera. Posiblemente sea el recorrido más mítico e impresionante que cualquier montañero quiera hacer. Pero da igual que sea en los Alpes o en las montañas más cercanas a nuestra casa. Lo importante es vivirlo con la intensidad adecuada y la ilusión necesaria.
Un año de preparativos con diferentes entrenamientos, altibajos entre los miembros del equipo, y bajas importantes, importantísimas de última hora que hicieron aún más exigente la preparación y la culminación del reto.
El día 26 de Julio 12 ilusionados amigos y amigas de Montes Solidarios partían con la intención y la incertidumbre de realizar este ambicioso tour, que en datos se quedaba en 150 kilómetros, 10.000 metros de desnivel y 7 días de convivencia intensa en refugios y albergues de montaña. Francia, Italia y Suiza serían los países que recorrería este Tour junto a nuestros 12 amigos y el guía profesional de la empresa latitud Nómada que les guiaría de inicio a fin.
No es cuestión de incidir en cada etapa, ni de contar detalles del recorrido porque todo fue espectacular.
Verse rodeado de montañas de más de 4000 metros de altura, glaciares, praderas, montañas rocosas, míticas para escaladores y alpinistas, paisajes típicos en cada vertiente, Francia, Italia, Suiza, sin defraudar nada a nuestros pensamientos e imaginación de cómo podría ser esto…
No es cuestión de contar lo que sufrimos, sudamos, reímos y lloramos, porque pueden que sean cosas normales al afrontar un recorrido exigente como este.
Pero si es necesario resaltar sentimientos, percepciones y pensamientos que pasaron por la cabeza de todos y cada uno de los participantes de esta aventura, y estamos casi seguro que de muchos de los que desde casa nos seguían.
En un principio “guiábamos” a dos personas ciegas o con baja visión. Ellos eran los principales protagonistas y en ellos nos teníamos que centrar. Pero según se acercaba la hora de comenzar y ya estando en los Alpes, las cosas cambiaron.
Jorge y Diego eran dos más. Como Arnaitz, Abel, Sandra, Maialen, Laura, Sergio, Fernando, Javi, Txus, Yosu y Jose. Cada uno tenía su historia personal y particular.
Jorge y Diego necesitaban el apoyo de las barras y los ojos del resto de compañeros, pero los demás necesitaban otras cosas que entre todos ofrecían y complementaban al grupo.
El comienzo fue emocionante pero esa emoción fue creciendo según pasaban las etapas, según ocurrían acontecimientos inesperados, según veíamos como nos recibían y despedían en los refugios donde aplaudían y reconocían el tremendo esfuerzo de Jorge y Diego y la labor del resto de componentes del equipo.
Esa emoción crecía a medida que completábamos y comíamos kilómetros y metros de desnivel, hacíamos cimas y los ojos se llenaban con montañas imposibles. Montañas que solo podíamos imaginar en los cuentos o las postales y fotografías que veíamos por Internet. La realidad superaba la ficción y eso emocionaba y revolvía corazón, estomago, cabeza y todos los sentimientos posibles.
Etapa tras etapa aumentaba esa emoción ya no contenida. Afloraban nuevos sentimientos para algunos nunca antes sentidos por la novedad de juntar esfuerzo, solidaridad, naturaleza…
No podía ser que cada etapa, cada cima superada, cada imagen, llenara tanto. No podía ser que cada noche en la cama recordáramos cada paso, cada imagen cada conversación.
Siempre estaban en los pensamientos de los que allí estaban, el recuerdo de los que se habían tenido que descolgar a última hora por diferentes razones y era por ellos por los que deberíamos guardar todo en nuestra cabeza y corazón con la intención de trasmitírselo de alguna manera al regresar.
Pero todo se termina. Incluso lo más agradable, con lo que mejor nos sentimos.
Es mejor no decir que se termina, aunque así sea. Igual y aunque suene a tópico, es aquí donde comienza de nuevo, porque ha sido en este Tour donde han nacido muchas más ideas, retos y sobre todo han cambiado muchas cosas en cada uno de los participantes de esta grandísima aventura.
No solamente en lo físico, si no en lo emocional.
Todos Hemos vuelto llenos, con más brillo, con otra visión de la vida y de las montañas, con la idea de ser más capaces para muchas cosas y con todos estos sentimientos y emociones dispuestos a ser trasmitidos y traspasados a quien quiera estar a nuestro lado.
La imagen de la última etapa coronando el ultimo collado con el valle de Chamonix al fondo, la majestuosa silueta del Mont Blanc, y metiéndonos dentro de nosotros mismos reconociendo y recordando todas y cada una de las etapas recorridas en esos 7 fantásticos días, era la guinda del pastel de las emociones.
Es muy complicado expresarse después de vivir, escuchar y ver todo lo que ha pasado. Estamos seguros que las 13 personas que han vivido este reto lo entenderán perfectamente y nos gustaría que cualquiera que leyera esta crónica, así lo sintiera.
Ni los kilómetros, ni el desnivel, ni la dureza y tensión de algunas etapas ha sido lo más destacado en este reto, aunque han tenido su importancia. Una vez más la naturaleza en estado puro, con su grandeza apabullante, nos ha dejado pequeños, pequeñísimos.
Pero la unión de esta naturaleza única, con las ganas de vivirla y sentirla de un grupo de apasionados montañeros y amigos, han hecho del tour del Mont Blanc de Montes Solidarios, una experiencia única en todos los niveles.
¿El secreto? Humildad y respeto.
Entrar en un entorno muchas veces hostil como puede ser la montaña, con la humildad suficiente como para darte cuenta de lo vulnerables que podemos ser, y el respeto por el medio ambiente, puede ser la clave para realizarte como persona, montañero y aventurero. Si a eso le sumas una gran dosis de compañerismo, pasión, amistad, solidaridad y más respeto hacia las personas, consigues lo que este gran grupo ha conseguido en 7 días por los Alpes.
“Cumplir sueños” y “Guiar los sentidos”
Este Tour del Mont Blanc es, ha sido y será, algo muy especial para Montes Solidarios y todos los que en el participaron.
Las montañas seguirán allí, esperándonos. Solo tenemos que querer vivirlas al margen de nuestros hándicaps. Puede ser en la montaña más alta o las más lejana, las más cercana, o la más sencilla. Porque la ilusión la llevamos nosotros y lo más sencillo puede ser los más gratificante y lo que más nos llene. ¿Lo importante? Soñar y dejarse llevar por los sueños de otros.
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