Cuenta la leyenda que una virgen se apareció a un pasto en medio de unos espinos. El pastor en un rudo euskera le dijo “¿Arantzan zu?” “¿Entre los espinos? Desde entonces el santuario de Arantzazu es visitado por infinidad de personas.
El camino que recorre desde el santuario hasta las campas de Urbia a los pies del imponente monte Aizkorri, te transporta a otro mundo donde la naturaleza cobra protagonismo y lo acapara todo.
Sus bosques, arroyos, sus paisajes, y el verde de su campa acompañado por el olor a comida típica de la fonda que habitualmente cobija a montañeros y paseantes es una mezcla única y difícil de describir.
Todo esto y muchísimo más llevaba sin sentir nuestra protagonista de una de nuestras ultimas actividades.
26 años sin pisar este lugar, sin tocar las ramas que cubre parte del camino, sin sentir esa fina lluvia…
El día comenzaba con previsiones de lluvia, pero la suerte hizo que el día fuera el idóneo para esta salida.
El bosque que rodea las campas se impregno de niebla, humedad y amigos de Arantza que queríamos compartir ese día único con ella.
Duras rampas para la Joelette, pero que acompañadas por las conversaciones y ánimos de los participantes, se hicieron llevaderas e incluso suaves.
La llegada al punto final del recorrido se llenó de aplausos, lágrimas y unas vistas del valle increíble con una fina niebla que adornaba de una forma muy característica este lugar. Los abrazos, emociones, y felicitaciones mutuas, dieron paso a ese almuerzo del que todo montañero disfruta como si fuera algo único.
Arantza pudo compartir en la montaña unas horas mágicas que esperemos le carguen las pilas para otra aventura.
Arantza nos ha emocionado con sus lágrimas. Emoción compartida por muchos amigos que querían compartir este día con ella.
Una vez mas debemos sentirnos orgullosos por formar parte de este sueño ahora hecho realidad.
Esperemos que este bonito recuerdo no se nos quite a ninguno de los que allí estuvimos nunca de la cabeza.
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